
Ya saben como repetidamente he manifestado en anteriores escritos, que lo de hacer crónicas de los partidos no es lo mío, que esto del análisis del balonmano se me hace grande. Además, que quieren que les diga: ayer estoy segura de que cualquiera que se acercase por su Prícipe Felipe con la sana intención simplemente de ver jugar al balonmano, seguro que no se lo paso todo lo bien que esperaba, ya que hasta donde me llega y por lo que comentaban mis eruditos vecinos, el juego no fue para tirar cañonazos.
Pero como una es curiosa por naturaleza y gusta de ver lo que se cuece en las cocinas del castillo mientras se celebra el baile, lo de ayer me pareció un Mega Master de la muerte, de esos que tanto se llevan y llenan paredes y tarjetas de visita, digno de ver por cualquiera que se haya planteado dirigir un grupo humano, sea un equipo deportivo de algo, un ejercito, una banda, a los cuatro cenizos grises de la oficina, o todo aquello que necesite la colaboración de varios sujet@s para conseguir que dos mas dos sumen mas de cuatro.
Hubo situaciones y reacciones de todo tipo, después de un buen rato, demasiado a mi entender, en el cuál los muchachotes de naranja estaban intentado (el valor se les supone, que decían antes en la mili, hasta que se demuestre lo contrario) ceñirse al guión establecido de antemano, y que seguro que es el que la lógica de su deporte mandaba a priori, pero que no daba el resultado esperado.
Apareció, sorprendentemente a los ojos del respetable y respetados (o sea, los que estaban en el "ruedo" y alrededores), a falta de un minuto para terminar la primera parte y aprovechando un tiempo muerto que nunca estuvo tan vivo, el portero naranja que iba de amarillo chillón, se metió en el centro de la piña protocolaria después del tiempo muerto y acto seguido se "sacó" a la pista anticipando lo que iba a suceder en la segunda parte: ¡¡comenzó a encorrer a sus propios compañeros!!, vamos, que los bajó del tractor en el que se habían metido a ritmo antequerano y les hizo meter una marchica más, p´a ver si así arrancaban.
Otro que también se salió del guión fue el extremo zurdito, con su pillería a la hora de "aparecer" cuando no se le espera y robarle hasta la letra del DNI al contrario, balón incluido. Un recurso que si bien no todo lo ortodoxo que el guión marca, en momentos de empanada, cuando la autoestima está en los bajos fondos, es capaz de insuflar confianza y levantar el ánimo a la tropa (a las "masas" del Felipe no, porque p´a eso haría falta mas que viagra, pero somos lo que somos, ni mas ni menos).
Además el hombre se tiró el penalti, y lo que no sabemos es si era cabeza de cartel en esa suerte, o el más echadico p´alante de los que allí toreaban.
Otra circunstancia para analizar en nuestro Master es la del muchachote jovencito que apareció por el lateral zurdo, ante la "ausencia" del señor de la coleta. Creo que le llaman Boom Boom, y a fe que hizo honor a su nombre. Salió con la sana intención que los impulsos propios de su juventud le dan, de resolver por si solo el asunto. Y aquí vimos un claro ejemplo de que con echarle güe... no siempre es suficiente. Pero como uno de los tertulianos del sanedrin que me rodeaba dijo: "el problema no es el chaval, que le está echando un par... el problema es que perdiendo y cuando vienen mal dadas el presunto jefe esté sentado (y bien sentado, recalcó) porque seguro que con la calidad del uno y los güe... del otro irían para dentro". Asi que chavalote, a seguir mejorando, pero no me pierda esa frescura y ese descaro propios de la juventud (cosa que no se si es compatible con la experiencia, espero que si).
El sueco al que nuestro Espíritu alude en su comentario parecía un tanto despistadillo el hombre (vamos, haciéndose el idem, pero sin hacérselo), tal que si lo hubiesen metido a escuchar una Zarzuela y no entendiese nada. Eso sí, cuando el de amarillo comenzó a encorrerlo (solo le faltó darle un empentón en algún contrataque, que cualquiera no salia zumbando cuando se veía detrás aquella locomotora amarilla, cuál Induraín subiendo el Tourmalet), pareció que se enganchaba por momentos al partido. Lástima los zurriagazos al poste.
Y chapeau a la jugada final con el cambio de portero, que si estaba asi planificada es digna de las mas grandes emboscadas a los gabachos que mi guerrillera mente recuerda.
Concluyendo, que cuando me enrollo no se parar, que "este muerto está muy vivo" y ayer, resultado mas o menos positivo al margen (bueno, nada positivo, que este era de "los que hay que ganar"), el ejercito naranja demostró que tiene alma y cuando se ve con la bayoneta en el cuello tiene gente capaz de dar un paso al frente, saltarse los planes de batalla y lanzarse a por la victoria, aunque a algunos, estrategas de academia, les puede parecer suicida, pero también lo fué enfrentarse a los gabachos a pecho descubierto y pasado el tiempo no nos fué tan mal.
El tema es si los corajudos serán capaces de "contagiar" al resto de la tropa, y los Oficiales respaldarán este arrebato, porque cuando de competir se trata hay que ir por lo civil o por lo criminal, y si no se está de "dulce" hay que ser capaces de comerse también los pasteles, aunque luego haya que confesarse. Y los pasteles que les quedan hasta Navidad son mas tirando a tarta que a bocaditos de nata.